Acts 3

Curación de un tullido de nacimiento

1Pedro y Juan subían al Templo a la hora de la oración, la de nona
1. Hora de nona: las quince, hora de la oración y del sacrificio vespertino. Cf. Sal. 140, 2 y nota.
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2y era llevado un hombre, tullido desde el seno de su madre, al cual ponían todos los días a la puerta del Templo, llamada la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban al Templo
2. La Puerta Hermosa: probablemente aquella que separaba el atrio de los gentiles del atrio de las mujeres.
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3Viendo este a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les imploraba para recibir limosna. 4Mas Pedro, fijando con Juan la vista en él, dijo: “Dirige tu mirada hacia nosotros”. 5Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6Mas Pedro dijo: “No tengo plata ni oro
6. “Los apóstoles eran, pues, tan pobres como su Maestro. El dinero que se les llevaba (cf. 2, 45; 4, 35; etc.) era distribuido por ellos a los cristianos pobres” (Fillion). Dante alude a esto en el “Paraíso” por boca de S. Pedro Damián, presentando a los apóstoles “magros y descalzos” (canto 21, 21), y en el célebre discurso de S. Benito (canto 22, 82-88). Véase el caso análogo de Eliseo en 2 R. 6, 5 y nota.
; pero lo que tengo eso te doy. En el nombre de Jesucristo el Nazareno, levántate y anda”;
7y tomándolo de la mano derecha lo levantó. Al instante se le consolidaron los pies y los tobillos, 8y dando un salto se puso en pie y caminaba. Entró entonces con ellos en el Templo, andando y saltando y alabando a Dios. 9Todo el pueblo le vio como andaba y alababa a Dios. 10Y lo reconocieron, como que él era aquel que solía estar sentado a la Puerta Hermosa del Templo, para pedir limosna, por lo cual quedaron atónitos y llenos de asombro a causa de lo que le había sucedido.

Pedro habla a la muchedumbre

11Mientras él aún detenía a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, vino corriendo hacia ellos, al pórtico llamado de Salomón
11. En este mismo pórtico de Salomón pronunció Jesús sus discursos en la fiesta de la Dedicación del Templo. Véase Jn. 10, 23 ss.
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12Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: “Varones de Israel, ¿por qué os maravilláis de esto, o por qué nos miráis a nosotros como si por propia virtud o por propia piedad hubiésemos hecho andar a este hombre? 13El Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Siervo Jesús
13. Nótese cómo los apóstoles, al hablar de Dios, distinguen siempre con perfecta propiedad las divinas Personas. San Pedro llama Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob al divino Padre, esto es, a la primera Persona, pues añade que “glorificó a su Hijo Jesús”, y sería una monstruosidad decir que Cristo es Hijo de la Trinidad o de una Esencia divina impersonal, como lo hizo el herético P. Berruyer, a quien refuta admirablemente San Alfonso de Ligorio. Tal error, en el cual quizás incurre hoy sin darse cuenta más de un cristiano, es lo que el IV Concilio Lateranense llama “la cuaternidad” (Denz. 431).
, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este juzgaba ponerle en libertad.
14Vosotros negasteis al Santo y Justo y pedisteis que se os diese en gracia un hombre homicida; 15y disteis muerte al autor de la vida, a quien Dios ha levantado de entre los muertos; de lo cual nosotros somos testigos. 16Por la fe en su nombre, a este a quien vosotros veis y conocéis, Su nombre le ha fortalecido; y la fe que de Él viene, es la que le dio esta perfecta salud delante de todos vosotros”
16. Por la fe en su nombre: La fe excede, pues, infinitamente todo poder humano. Y si el mundo no le da tanta importancia es porque, como dice S. Ambrosio, “el corazón estrecho de los impíos no puede contener la grandeza de la fe”. Véase Mt. 9, 22; Mc. 5, 34; Lc. 7, 50; 8, 48; 17, 19; 18, 42; etc.
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Pedro exhorta al pueblo a creer en Cristo

17“Ahora bien, oh hermanos, yo sé que por ignorancia obrasteis lo mismo que vuestros jefes
17. Véase en Mt. 27, 18 y nota la seducción del pueblo por los sacerdotes de Israel.
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18Mas Dios ha cumplido de esta manera lo vaticinado, por boca de todos los profetas: que padecerá el Cristo suyo. 19Arrepentíos, pues, y convertíos, para que se borren vuestros pecados, 20de modo que vengan los tiempos del refrigerio de parte del Señor y que Él envíe a Jesús, el Cristo, el cual ha sido predestinado para vosotros
20. Los tiempos del refrigerio : Según Buzy, S. Pedro usaba con aquellos judíos esta expresión como “metáfora de los tiempos mesiánicos”. Cf. Rm. 11, 25 ss. Para vosotros: cf. v. 22 y nota.
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21A Este es necesario que lo reciba el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las que Dios ha hablado desde antiguo por boca de sus santos profetas
21. Restauración de todas las cosas: “En su segundo advenimiento el Mesías operará la restauración de todas las cosas según el orden fijado por Dios” (Crampon). Cf. 1, 11 y nota; Ef. 1, 10; 2 Pe. 3, 12-13; Mt. 19, 28; Ap. 21, 1. Se entiende por esto “la época en que el universo entero será restaurado, transformado, regenerado con todo lo que contiene. En efecto, según la doctrina bíblica, si la tierra, que participó en cierto modo en los pecados de la humanidad, fue condenada con ella, será también transfigurada con ella al fin de los tiempos. Sobre esta enseñanza, cf. Rm. 8, 19 ss.; 2 Pe. 3, 10-13; Ap. 21, 5, etc.” (Fillion).
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22Porque Moisés ha anunciado: El Señor Dios vuestro os suscitará un profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a Él habéis de escuchar en todo cuanto os diga
22. Os suscitará un profeta : Este notable pasaje puede traducirse también: Os resucitará un profeta. Según esta interpretación, el célebre vaticinio de Moisés sobre el Mesías (Dt. 18, 15) anunciaría que tales profecías habían de cumplirse en Él después de muerto y resucitado. Lucas al narrar, y Pedro al hablar aquí, usan en griego el verbo anastesei (lo mismo que el texto de Moisés en los LXX, que es la versión citada por S. Pedro), cuyo sentido principal es resucitará, y repiten el mismo verbo en el v. 26, donde tal sentido es evidente y exclusivo de todo otro: levantar de entre los muertos. Esta versión tiene en su favor circunstancias importantes, puesto que Pedro está hablando de la Resurrección de Jesús, y su intención expresa es aquí (como en 2, 24 ss., donde usa el mismo verbo), mostrar precisamente que esa resurrección estaba anunciada desde Moisés, como lo estaba por David (véase 2, 25 ss., cita del Sal. 15, 8 ss., y 2, 30, cita del Sal. 131). Igual testimonio que estos de Pedro, da Pablo en 13, 33 ss., con idénticos argumentos y usando el mismo verbo. Por lo demás, Jesús ya lo había dicho a los discípulos de Emaús (uno de los cuales era tal vez el mismo Lucas) llamándolos “necios y tardas de corazón” en comprender que su rechazo por Israel, sus dolores, muerte y resurrección estaban previstos, para lo cual “comenzando por Moisés” les hizo interpretación de las profecías (Lc. 24, 25-27). Y el mismo Lucas relata luego que, a fin de hacerles comprender esos anuncios, el divino Maestro “les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras” y les dijo que estaba escrito “en Moisés, en los Profetas y en los Salmos” que el Cristo sufriese “y resucitase de entre los muertos al tercer día” (Lc. 24, 44-46). Cf. 26, 23. Como a mí: Sobre el sentido de estas palabras, véase 7, 37 y nota. Cf. 17, 18 y nota.
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23y toda alma que no escuchare a aquel Profeta, será exterminada de en medio del pueblo. 24Todos los profetas, desde Samuel y los que lo siguieron, todos los que han hablado, han anunciado asimismo estos días
24. Todos los profetas: Cf. Rm. 15, 8; Hb. 13, 20; Ez. 34, 25 y nota.
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25Vosotros sois hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con nuestros padres, diciendo a Abrahán: Y en tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra
25. Véase Gn. 12, 3; 18, 18; 28, 18. Tu descendencia: Jesucristo.
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26Para vosotros en primer lugar Dios ha resucitado a su Siervo y le ha enviado a bendeciros, a fin de apartar a cada uno de vosotros de vuestras iniquidades”
26. En primer lugar: no dice exclusivamente (cf. cap. 10). El final del v. se habría cumplido si Israel hubiese escuchado esta predicación apostólica. Cf. Rm. 11, 26; Is. 59, 20.
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